Francisco, el Papa que suprimió un plus de 500 euros mensuales a los cardenales en noviembre de 2024 e intentó combatir los números rojos del Vaticano
El Banco Vaticano se creó en 1942 para gestionar todos los fondos destinados a causas religiosas
Tras doce años de un pontificado marcado por la sencillez, la cercanía a los vulnerables y un decidido afán reformista, la Santa Sede anunció este lunes el fallecimiento del papa Francisco a los 88 años. Jorge Mario Bergoglio, elegido pontífice el 13 de marzo de 2013, deja un legado de reformas y una lucha tenaz por transformar la gestión financiera del Vaticano, buscando una economía más ética y transparente.
Más de una década de labor como máximo exponente de la Iglesia, marcada sin duda por su particular estilo pastoral, su enfoque social y una labor repleta de luces y, para sus detractores, también de algunas sombras. A las que hay que añadir, además, sus decisiones en el todopoderoso Banco Vaticano, conocido oficialmente como el Istituto para las Obras de Religión (IOR).
Féretro del papa Francisco.
Esta organización, que administra los fondos destinados a las obras religiosas y caritativas del Papa, ha sido a lo largo de la historia objeto de admiración y también de diferentes escándalos. Ahora, con el final del pontificado de Francisco, es hora de conocer en qué estado deja el Papa dicha institución. El Banco Vaticano se creó en 1942 para gestionar todos los fondos destinados a causas religiosas. Aunque no se trata de un banco convencional, opera de una forma muy similar: ofrece servicios de depósitos, transferencias y gestión de activos. Sus clientes incluyen congregaciones religiosas, órdenes, dicasterios, obispos y algunos particulares vinculados a la Iglesia, llegando a gestionar fondos que superan los 7.000 millones de euros, procedentes de unas 5.200 instituciones católicas.
Desde hace doce años, el IOR publica su informe anual. El de 2023 mostró una institución sólida desde el punto de vista financiero: obtuvo un beneficio neto de 30,6 millones de euros, con un margen bancario del 49% y un ratio de solvencia TIER 1 del 60%, uno de los más altos del mundo. Sin embargo, estas cifras contrastan con la situación general de las finanzas vaticanas, que a finales de 2024 se situaban oficialmente al borde del colapso.
El papa Francisco, desde su llegada, denunció los excesos del "capitalismo salvaje" y se propuso sanear las finanzas de la Iglesia. Reforzó el control sobre el Banco Vaticano, ordenando auditorías y cerrando miles de cuentas sospechosas, tal y como ha recordado La Información. En 2014, creó el Secretariado para la Economía, impulsando reglas de inversión y medidas anticorrupción. A pesar de las resistencias internas, aplicó recortes salariales a cardenales y buscó el "déficit cero". "No es un objetivo teórico, sino realizable", escribió en una carta a los cardenales, reclamando rigor y respeto por las donaciones.
La difícil situación financiera del Vaticano, con un déficit operativo de 83 millones de euros en 2023, triplicando el de 2022, evidenció los desafíos. Francisco intentó equilibrar las cuentas con inversiones y patrimonio inmobiliario, pero el Óbolo de San Pedro disminuyó. Además, los pasivos del fondo de pensiones crecieron, alcanzando los 631 millones de euros en 2022. No ayudó tampoco el contexto de la pandemia por la Covid-19, que desplomó los ingresos ante la imposibilidad de viajar a Roma durante varios meses y las posteriores restricciones.
Escándalos financieros
El Banco Vaticano ha sido protagonista de numerosos casos polémicos a lo largo de su historia. Durante la década del 2010, una serie de escándalos sacudieron los cimientos de su reputación. Se descubrieron cuentas ocultas en paraísos fiscales, transacciones dudosas con destino incierto y una alarmante falta de controles internos que permitió el desvío de fondos hacia usos indebidos.
A pesar de su hospitalización reciente por neumonía, Francisco continuó trabajando y tomando decisiones. Poco antes, protagonizó un tenso enfrentamiento con miembros de la Curia por la creación de una comisión para recaudar donaciones, revelando las tensiones internas que marcaron su pontificado. Su legado reformista, aunque inacabado, deja una huella imborrable en la historia de la Iglesia.
En su testamento espiritual, Francisco expresó su deseo de ser enterrado en la Basílica Papal de Santa María la Mayor, en un sepulcro sencillo, con la única inscripción "Franciscus". "He confiado siempre mi vida y el ministerio sacerdotal y episcopal a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima. Por ello, pido que mis restos mortales reposen, en espera del día de la resurrección, en la Basílica Papal de Santa María la Mayor", escribió. Además, expresó su deseo de que su último viaje terrenal concluyera en dicho santuario, al que acudía en oración al inicio y al final de cada Viaje Apostólico.
Francisco eligió un estilo de vida humilde, renunciando a los lujos tradicionales del papado y al salario de la iglesia para mantenerse en su voto de pobreza. Residió en la Casa Santa Marta, en lugar del Palacio Apostólico. Según el portal 'Celebrity Net Worth', su patrimonio personal era de 100 dólares, siendo el Vaticano el responsable de sufragar sus gastos. Las riquezas pertenecen a la Iglesia, no al Sumo Pontífice. De sus cuatro hermanos, solo María Elena seguía con vida, aunque muy enferma. Este voto de pobreza resumía su postura ante la fortuna terrenal, contrastando con los salarios que perciben los cardenales, que oscilan entre los 4.700 y 5.900 dólares mensuales, según diversas fuentes. El Papa recortó hasta tres veces el salario de los cardenales desde 2021. La última, anunciada en octubre del año pasado.
Así, el 1 de noviembre de 2024 desapareció el bono por secretaría y asignación de oficina que percibían los purpurados de la Curia romana (una treintena de los más de 200) junto a su sueldo mensual. La cifra equivale a unos 500 euros, sumados a las cantidades mencionadas de sueldo que los cardenales perciben, además de la vivienda. En suma, reducción de un 10%. De esta manera desapareció el plus aprobado durante el pontificado de Juan Pablo II.